De San Francisco, el fotógrafo Timoteo Archibald comenzó a fotografiar los hábitos de su hijo autista, Elías, cuando tenía 5 años de edad. Quería capturar la perspectiva única de su hijo por lo que les podría mostrar a los especialistas el comportamiento, pero el proyecto se convirtió rápidamente en mucho más.
Las sesiones de fotografía se convirtió en una experiencia de unión entre padre e hijo, y les permitió crear su propio lenguaje visual para comunicarse entre sí cuando no hay palabras que puedan entender tanto. Los retratos resultantes ayudaron a Timoteo no sólo entender el papel de sí mismo como un padre, sino que sobre todo, a aceptar las diferencias de su hijo.